La importancia de evitar riesgo de peligro en el entorno, de un reductor
de velocidad o rompemuelle de concreto
Sobrevivientes de la
tragedia de Villa El Salvador siguen luchando
Vencen al dolor y se sobreponen a dramático
episodio que les cambió por completo la vida.
Sobrevivientes de la tragedia en Villa El Salvador
exigen ayuda. (FOTO: DIANA MARCELO ARMINGUAY/ GEC) - VIDEO: https://www.youtube.com/watch?v=-0cSlBfO0xI
Esto,
para ellos, es motivo de felicidad, de sensación de triunfo ante semejante
adversidad, pero su lucha continúa aún en estos tiempos de coronavirus.
Todos
buscan continuar con su tratamiento, conseguir medicamentos, cremas e
implementos que necesitan para su recuperación… Y es que en estos días, la
pandemia los ha relegado, pero ellos resisten con la misma fuerza.
Un héroe
El
día de la deflagración, Josué Manco Ponce logró
sacar de su casa a su madre Maura, quien es invidente; a su sobrina, de 11
años, y a su perra Mimí. Cuando regresó para sacar la llave, los vidrios de la
ventana estallaron y se vio envuelto en llamas en su sala. Él reaccionó rápido.
Se metió a la ducha, se cubrió con una sábana húmeda y saltó del techo de su
vivienda hacia la del vecino.
Semidesnudo
empezó a buscar a su familia. “En ese momento no sentía dolor, solo quería
encontrarlas”, narró a Perú21.
A
los pocos minutos, ubicó a ambas y, por sus propios medios, logró tomar un
mototaxi hasta la posta Juan Pablo. Luego de ser atendido, perdió el
conocimiento.
Al
despertar estaba en el hospital Arzobispo Loayza. Permaneció en la UCI un mes,
al lado de sus vecinos y amigos del barrio. Vio morir a cinco de ellos.
“Casi
todo el tiempo estuve consciente. Veía cuando mis compañeros se ponían mal, los
reanimaban y, finalmente, los tapaban con una sábana, pero los médicos me daban
ánimos y me decían que yo debía seguir como fuera por ellos”, contó, mientras
aguantaba con valentía las curaciones que le hacía la enfermera María
Santander.
Hace
tres semanas le dieron de alta. Se fue en taxi, pero sin receta ni citas para
cuidados posteriores debido al coronavirus…
Josué no
tiene seguro, trabajaba haciendo delivery. Cada curación cuesta en promedio 500
soles y son solventadas por la solidaridad de sus amigos del colegio. Uno de
ellos –contó el joven de 34 años– se fue en bicicleta desde Villa El Salvador
hasta una distribuidora del Centro de Lima para buscar productos a menor
precio.
La
parroquia San José y Carmelitas y la ONG Aniquen también lo ayudan, al igual
que los otros sobrevivientes en recuperación que no se quedan de brazos
cruzados.
“Me
siento feliz de haber logrado sobrevivir a 12 operaciones, agradezco estar con
mi familia y la solidaridad de todos. A la vez, me siento preocupado por los
gastos y abandonado por las autoridades que ahora están abocadas al
coronavirus”, indicó.
Da la batalla
Duber
Santos también desafió a la muerte por
salvar a su familia. Ese fatídico jueves, cuando se dirigía a trabajar, vio la
enorme nube de gas y solo atinó a regresar a su casa por su mujer y su hijo de
dos años y ocho meses.
“Estaba
frente a la puerta y sentí como si me agarrara un rayo, me estaba quemando. Me
tiré al suelo para apagar el fuego... Mi familia felizmente se salvó”, contó el
huancabambino de 26 años.
El
6 de marzo fue dado de alta en el hospital Rebagliati. Asegura que le han dicho
que regrese cuando acabe su cuarentena, pero sus heridas no esperan y ahora él
se encarga de costear el tratamiento y buscar ayuda.
“Solo
estoy solventando mis gastos, con ayuda de allegados y la parroquia”, dijo
mientras miraba el mensaje presidencial del mediodía.
Este
joven denunció que la municipalidad de Villa El Salvador le había asegurado que
le alquilaría un departamento, pero luego le dijeron que no tenían dinero.
La
misma promesa también le incumplió a Sonia Pumatay, de 43
años. Su esposo tuvo que sacar un préstamo para alquiler una vivienda, porque
la suya está inhabitable. Ella, sin embargo, está feliz de haber sobrevivido,
pese a que el 65 por ciento de su cuerpo sufrió quemaduras de segundo y tercer
grado al intentar salvar a todos sus familiares. Pensar en su hijo era su
fortaleza, nos dijo.
El
3 de marzo abandonó el hospital Guillermo Almenara y, al igual que en todas las
historias, la emergencia por el COVID-19 relegó su tratamiento.
Las
pastillas para el dolor que le recetaron se acabaron y las vendas perdieron
elasticidad, pero su esposo se las ingenió. Ahora es su enfermero.
“Al
principio recordaba el tratamiento que me daban para curar mis heridas y le decía
a mi esposo qué hacer. Luego pudimos contactarnos con Aniquem y ellos nos
indican cómo hacer la terapia para recobrar la movilidad”, contó.
Sonia
rescata que esta desgracia le ha permitido valorar más a su familia y amistades
y la solidaridad. “Antes del accidente todo era trabajo y mi casa. No salía, no
viajaba, ni festejaba mi cumpleaños. Eso ahora va a cambiar”, añadió
Esperanzas
Hay
otros dos menores que también lograron salvarse. Rodrigo, de 11 meses, por
quien su madre dio la vida para protegerlo del fuego, fue el primer
sobreviviente dado de alta. Su caso generó esperanza en medio de la tragedia
que ha causado 34 muertes. También está Sebastián, de dos años, quien ahora
está al cuidado de su tía, mientras espera que su padre sea dado de alta en estos
días…
Todas
estas historias son de personas que se aferraron a la vida, luchan por salir
adelante y son solidarias. Ellos piden justicia y que se les ayude a todos los
11 sobrevivientes, contando con los que ya están próximos a salir de los
hospitales.
Ellos
entienden en que hay una pandemia pero a la par necesitan que las autoridades
no se olviden de ellos.
Madres coraje piden que se haga justicia por las
víctimas
Zaida
Osorio vive en uno de los módulos que otorgó
el Ministerio de Vivienda a los damnificados de la tragedia de Villa El
Salvador, pero ella trata de regresar a diario a la casa donde desde
hace 18 años construyó un hogar junto al amor de su vida, Henry Riveros, con
quien tuvo dos hijas. La deflagración le arrebató a su familia.
En
la fachada de la inhabitable vivienda ha colocado una gigantografía con la
imagen de sus seres queridos y, debajo de esta, tres floreros hechos con
botellas de plástico, que riega con el agua que carga. Les habla, les reza...
La pandemia le impide ir al cementerio y hacer misas de mes. Después de su
ritual, entra a la casa y pasa horas recordando cómo era su vida antes de
aquella mañana del 23 de enero. “Cuando vengo, revivo los recuerdos, pero
también me siento sola, triste... Yo no tengo heridas en el cuerpo, pero sí en
el alma, en el corazón”, cuenta a Perú21. También
recuerda a su nieto.
Esta
cuarentena la golpea con los recuerdos. Se quiebra, pero también se levanta
para alzar su voz y pedir que se haga justicia y que los responsables de esta
tragedia paguen. “Solo quiero que haya justicia, es lo que ellos se merecen. No
puede ser que haya pasado toda esta desgracia y hasta ahora no hay un
responsable”, dijo Zaida.
A
su drama se suma que no se casó con Henry y teme que sus cuñados la echen de la
casa, cuando el gobierno la repare.
Su
vecina Olga Pomatay también sufre y pide cárcel para los
responsables. Sus hijos Jordy y Jordan, de 20 y 24 años, fallecieron por las
profundas quemaduras de la deflagración. Ella se aferra a la Biblia y solo
espera volverlos a ver.
“Todos
los días, solo espero que ocurra un milagro y que mis hijos, que eran buenos
muchachos, aparezcan entrando por mi puerta”, nos cuenta sentada en la puerta
de su casa, al lado de la imagen de sus hijos.
Ambas
madres sienten dolor, pero sacan fuerza y coraje para insistir en que se haga
justicia por sus seres queridos y piden a las autoridades que cumplan con sus
promesas. La zona de la tragedia hoy luce abandonada por la pandemia.
Sobrevivientes y
deudos del incendio ocasionado por una cisterna en villa el salvador piden
justicia a las autoridades y reclaman ayuda médica.
21/04/2020
Leonidas
M. Bustamante Fierro
El autor